Quizás nadie me conoce bien...
Porque con los ojos podemos decir más que mil palabras y muchas veces, un simple abrazo suele ayudar más de lo que pensamos. Porque por andar buscando la gran felicidad, nos perdemos las pequeñas alegrías. Porque cuando tenemos las cosas no las valoramos, no las sabemos aprovechar y en el momento que las perdemos nos damos cuenta de lo mucho que valían y de lo importante que eran. Porque cuando generalizamos muchas veces nos equivocamos, no somos todos iguales.
¡Y le gustó eso de vivir el momento!
A veces hay que besarse para despedirse, decir hola para pensar en adiós, conocerse para olvidarse. A veces hay que caer para levantarse, hay que cometer errores para hacer lo correcto.
A pensar, a reaccionar, a relajar, a despotricar, a decir estupideces, a olvidar, a recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces, a molestar, a ladrar, a ser idiota por naturaleza y caer siempre ante la vaga certeza de que en esta tierra todo se paga, a reír sin preocuparme, a tapar mi ingenuidad, a tocar, a manosear, a querer más que un nada más, a desnudarte una vida de veces, a hablar mal del qué dirán, a ver temblar la seguridad, a ser distinto a lo que se parece, a terminar con el cuento más oscuro, a derribar los muros de mi mente, a ser un poco menos consciente, a fantasear, a afilarme bien los dientes, a acabar con mis pensamientos decentes, a asesinar a las verdades que mienten.
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